¡Saludos, amigos peludos! Hoy vengo a contaros nuestra épica aventura en el perriatra (también conocido como veterinario).
Ayer, los bipes nos dieron un buen susto: resulta que hoy teníamos cita en ese sitio extraño y maléfico donde pinchan a los perritos, les toquetean y demás. A eso de las cinco nos montaron a Tuna y a mí en el coche sin previo aviso y, ¡venga!, a la aventura.
Al principio las dos estábamos un poco inquietas, pero al cabo de un rato nos tumbamos a dormir un poquito. No duró mucho, porque a través de la ventanilla me llegó un olor familiar: ¡nos llevaban a la consulta!
Me puse a llorar y a suplicar, quería volver a casa, pero los bipes me ignoraron. Tuna siguió durmiendo, nunca se entera de nada. Cuando por fin llegamos, vimos que en la sala de espera había un perrito con la pata rota. Pobrecito, no quise molestarle mucho. En seguida se lo llevaron y yo me puse a llorar en mi rincón habitual.
Tuna estaba la mar de contenta: no dejaba de olerlo todo, jugaba con los perriatras, hacía monerías, intentaba colarse en las consultas... La ignorancia es la felicidad.
Mientras esperábamos vimos a un gran danés de cuatro meses con un cono de plástico en la cabeza... ¡parecía una lámpara! Pobre, estaba un poco feo así. Le ladré bastante, pero es que no dejaba de provocarme. También vimos a un golden con la patita vendada.
Al final, hicieron pasar a Tuna a una de las consultas. ¡Que alegre y contenta iba! Hasta que entró, claro. No pude ver lo que pasaba, pero me parece que armó un poco de follón. Y al final para nada, apenas le tocaron y ni siquiera tenía que vacunarse.
Y después entré yo. Como soy civilizada, me quedé muy quietecita todo el tiempo. Me pincharon y no lloré. Y me dijeron que me iban a limpiar los dientes en diciembre, que los tengo cochambrosos.
Mientras mamá-bipe y hermano-bipe pagaban la cuenta y hablaban de nosotras a nuestras espaldas, papá-bipe y hermana-bipe nos llevaron a dar un paseo. Entonces vimos a alguien conocido. Una de las amigas de hermana-bipe estaba ahí con Lien, un golden muy brutísimo que también llevaba un cono de esos feos en la cabeza (debe de ser la moda).
Tuna se acercó a jugar pero luego le dio miedo y no quiso más. Yo le ladré desde lejos, no me cae bien. Nos metieron de nuevo en la consulta para pesarnos y volvimos a casa. De camino pasamos por casa de abuela-bipe a saludar.
Y eso es todo. Estamos sanas y muy guapas (eso dicen). Y además nos hemos llevado un paseo de premio. Pero sigue sin gustarme ir al perriatra...
><
¡Me han llevado al perriatra! ¡Y he armado follón! Casi me caigo de la mesa de metal que tienen ahí. Y he jugado con Lien y con muchos perritos más. A los bipes les han dado una pastilla muy fea para que me la tome y no tenga parásitos ni nada.
Ah, y África es una histérica, no paraba de llorar y ladrar. Que poca elegancia tiene...
¡Lametones para todos! ¡Guau guau!